La Sonrisa de la Tierra

Este proyecto nace entre la felicidad y la adversidad, entre la sabiduría del campo y el desconocimiento estatal, entre la realidad y el anhelo. Sí hay que mirar hacia un lado en estos tiempos de paz y zozobra a la vez, es al campo: el lugar más golpeado por la guerra, el más deseoso de paz y el menos escuchado, aún peor, el más olvidado. El panorama es muy triste: el campesino cada vez es más pobre, con menos oportunidades laborales y condiciones sociales y económicas más difíciles; se siente el cansancio, la desesperanza, abatido en recuerdos nostálgicos de un campo prospero, abundante.

Para este proyecto, recorro diferentes pueblos de Nariño en busca de una expresión espontánea y sincera que trasmita la fortaleza y, sobre todo, la hospitalidad del campo que, a pesar de todo, aún continúa dando alientos de vida. Ese momento especial donde más vivos estamos, es, sin duda alguna, cuando sonreímos.

Por lo tanto, bienvenida sea la sonrisa: tímida, sutil o picara. Bienvenida la sonrisa a carcajadas que sale del alma, pasa por los intestinos y se desborda por la boca; aparece la mueca, la boca se agranda, en algunos casos pareciera que los demonios salen; en otros, que los ángeles bajan, en todo caso, humanos agarrando un trozo de vida. El rostro se desfigura develando el verdadero ser, acaricia los ojos del que sonríe y del que ve sonreír, se vuelven “chinitos”, aparecen líneas ocultas en el rostro cargadas de historias, el cuerpo se retuerce, vibra; las orejas tiran para atrás unos milímetros, la respiración se detiene junto con el tiempo; nos olvidamos de todo lo malo, recordamos todo lo bueno; lagrimamos, lloramos, nos agarramos el estómago; hasta que después de ser invadidos por la dulzura o por los demonios, estos nos abandonan y recobramos la cordura y así nos volvemos iguales, y así le damos aliento a la vida.

Si hay que mirar para algún lado, debe ser al campo, una mirada sincera y comprometida, pues mientras ellos nos han devuelto una sonrisa, nosotros les hemos dado olvido.